Arturo Pérez-Reverte: El teatro chino de Manolita Chen
La vida te da sorpresas, le cantaba Rubén Blades a Pedro Navaja. Paseo por el barrio de Salamanca de Madrid y me siento en una terraza para tomar un Actrón –homenaje a las cafiaspirinas del espía Lorenzo Falcó, o tal vez el homenaje se lo hace él a su autor–, y al levantar la vista la sorpresa me la llevo yo: Manolita Chen, leo en el rótulo que tengo enfrente, el de un restaurante asiático. La sacudida de nostalgia es tan intensa que me quedo con cara de panoli, y luego me dirijo a la camarera, que es joven y asiática, china total. ¿Tiene algo que ver el restaurante con el Teatro Chino de Manolita Chen?, pregunto. La camarera lo ignora. No sabe de qué le hablo, pero me da una pista. La dueña, dice, se apellida Chen.