Manuel Mejía Dalmau: La estrategia ante la guerra entre Rusia y Ucrania
Pocos meses después de que Ángela Merkel decidiera unilateralmente suspender la conexión de Alemania al Nordstream 2, enorme gasoducto ruso que cruza el mar Báltico y del que muchos países de Europa iban, en principio, a poder beneficiarse debido a su energía barata, empezó la invasión de Rusia a Ucrania.
Como embajador de Alemania en ese tiempo, sostuve la siguiente teoría: siendo China un enorme rival para los EE.UU., este último no podía permitir que Rusia —que siempre ha añorado su imperialismo— se convierta en un territorio mucho más poderoso de lo que ya es.
Asimismo, no necesitó empujar a Putin para que se animara a invadir Ucrania.
La reacción que esperaba EE.UU. fue lo que, en efecto, ha sucedido: despertó a la OTAN que estaba en hibernación y atizó el odio de los países que han lindado con Rusia, siempre sufriendo su asedio. Y, lo más importante, cortó el abastecimiento de energía de Rusia a Europa, lo cual iba a enriquecer enormemente al país de Putin.
En la confrontación entre Ucrania y Rusia, los rusos también han sufrido. Por otro lado, los países europeos están políticamente encrespados: el costo de la energía ha subido.
En el proceso, EE.UU. no ha perdido un solo hombre, ha probado sus armas, ha observado las del enemigo y ha obligado a que la OTAN reciba los fondos que no venía recibiendo de Europa (recurrente cantaleta de Donald Trump).
El resultado geopolítico ha sido la unión de Rusia con China, Corea del Norte y cierto fortalecimiento de los BRICS. Los platos rotos los ha pagado Europa y a los EE.UU. se les ha dado la vuelta la tortilla.
Ahora, pues, entiendo que el antipático de Trump tenía una estrategia quizás más efectiva: unirse a Rusia para que China no sea lo que puede llegar a ser.