Ocho décadas después sigue el misterio sobre lo sucedido en el último vuelo de Saint-Exupéry
Hace casi 26 años, el 7 de septiembre de 1998, en la red de un pescador francés, entre salmones y otras especies, comenzó a desentrañarse un antiguo enigma.
Aquella mañana, Jean Claude Antoine Blanco, de 54 años, cumplía con su rutina diaria. Pescaba en la zona del Mediterráneo que rodea a la isla de Riou, cerca de su ciudad, Marsella. Entre las especies marinas, el hombre divisó algo que apenas brillaba. Al acercarse vio que había una pieza de metal oculta entre los pescados. Se ilusionó. Deseó que fuera oro. Al limpiarla descubrió que era una pequeña pulsera. El hallazgo había generado falsas expectativas. Vio que la pulsera tenía una inscripción, pero entre la letra pequeña, la suciedad y el desencanto no le prestó demasiada atención a lo que allí estaba escrito.
Horas más tarde, ya en su casa y más tranquilo, exploró su bolsillo y extrajo su hallazgo. Acercó a sus ojos a la pulsera para poder ver bien lo que decía. Descubrió que estaba inscripto el nombre de su antiguo dueño: Antoine de Saint-Exupéry.