Anastasia Edel: Putin tiene la victoria al alcance de la mano
El 9 de julio, mientras el mundo contemplaba los escombros ensangrentados de un hospital infantil en Kiev, Rusia celebraba su presidencia rotatoria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con un almuerzo en Nueva York. En el menú había “pollo Kiev”, un popular plato ruso de pechugas finas rellenas de mantequilla de ajo.
Antes de comer, el anfitrión del almuerzo y representante permanente de Rusia ante las Naciones Unidas, Vasili Nebenzia, negó la responsabilidad de su país en el atentado en el que murieron dos personas y siete niños resultaron heridos. Si a los diplomáticos se les atragantó el pollo, lo hicieron en silencio.
El incidente es un resumen perfecto del mundo en que vivimos ahora. Mientras Occidente observa, aparentemente impotente, Rusia se vuelve cada vez más osado, como un abusador escolar que se da cuenta de que el maestro no viene. El miedo de los rusos a la OTAN, palpable al comienzo de la invasión, se ve ahora atenuado por la impunidad de la que goza su líder, sin importar las atrocidades cometidas bajo su gestión. ¿Por qué tener miedo?