Jhonatan Narváez, el poeta del asfalto que va por los Juegos Olímpicos
El reventar del viento en las gafas oscuras de Jhonatan Narváez dejaba nítida la imagen que reflejaban. El verde y lo multicolor, el fresco del viento y la quemazón solar, tierra y asfalto, pampa y montaña, civilización y barbarie. Esa unión entre nubes que besan el suelo y una mezcla de gente que queda entre lo citadino y lo ‘campagnard’ avanzaba a ritmo de dos ruedas en la trayectoria.
Como si de un croma de película se tratara y Narváez estuviese en una bicicleta estática, los escenarios le acompañaban y el vehículo se torcía en un espacio que pronto se transformaría. El fondo decidido para reflejarse en ese croma se cambiaría por la megápolis. Puro cemento y un ruido multitudinario de clamor que contrastaría con el silencio previo y palabras al viento de quienes lo reconocían o, al menos, parecían hacerlo. Ya no habría una sola cámara y camioneta para cubrir el entrenamiento, sino una transmisión para el evento deportivo más importante del mundo.
Este sábado 3 de agosto del 2024 tendrá la oportunidad de demostrar sus condiciones. Cuenta con el peso de Carapaz y su legado en las espaldas, sin embargo, se centra en su desempeño más que en el resultado. En un trazado similar al del Campeonato Nacional de Ruta y su última etapa en el Giro de Italia, Narváez saltará a la pista a las 04:00 en busca de dejar en la cima de París su espíritu romántico y de residencias en su tierra.